sábado, 28 de febrero de 2009

Miedo...

Miedo…
Aquí está. Ha llegado como siempre. Ha entrado despacio, sin hacer ruido, por la puerta de atrás..
Se ha sentado ahí, en esa silla pequeña que nunca utilizo. De hecho no sé por qué no la he tirado ya…
Y me mira. Yo no. Yo siguo actuando como si no estuviera… pero lo noto. Lo oigo respirar pausadamente… Su mirada me persigue allá donde voy, haga lo que haga…
Apenas se mueve, un leve giro de cabeza a un lado y a otro para no perderme de vista. No tiene nada que hacer, pero sospecho que no tiene intención de marcharse. Su presencia, a veces más notoria, a veces más discreta, acabará por volverse familiar, me temo. No dice nada… Es decir nada razonable… Imposible dialogar con él y mucho menos enfrentarme. En cuanto haga cualquier acción, diga cualquier cosa, o si quiera lo mire a la cara, desaparecerá para volver inmediatamente después. No tiene intención de dialogar conmigo. Sólo quiere estar… y que yo lo sepa.
No puedo decir que su presencia sea un estorbo… pero inquieta. Quiero decir que puedo seguir avanzando, no me paraliza… aún no.
Su llegada ha sido hoy, aunque hace mucho que yo miraba de soslayo para ver si estaba. No es la primera vez que me visita.
Me temo que entra por la puerta que yo dejo abierta… cerrar la puerta, cerrar la puerta… cerrar esa puerta…
Viene a insinuarme que las cosas no van a salir bien… Que no pueden salir bien. Que indefectiblemente van a salir mal. Pero no lo hace de golpe… es muy sutil.
Sabe muy bien hacer su trabajo y me conoce perfectamente. Lleva veinte años visitándome asiduamente… A veces para estar unos segundos, a veces para quedarse un tiempo largo… No precisa invitación y viaja sin equipaje. Así que es difícil saber si se quedará una temporada larga o sólo un rato. Pero ahí está.
Sé que está. Noto su aliento, su mirada escrutadora, sus suspiros de desaprobación, cuando me ilusiono, cuando me sobreviene el optimismo… Entonces se retuerce en la silla… tengo que tirarla, tengo que tirarla…
Me dice cosas bajito… en cualquier momento, pero su preferido es por las madrugadas, sabe que me despertaré muy pronto y que estaré solo, sin nada más que hacer que pensar… Entonces es cuando se muestra más activo. Cuando me habla con más convicción.
Hoy es su primer día conmigo. De hecho, me extraña que haya tardado tanto en llegar para decirme que el espectáculo va a aburrir, que va a ser un desastre. Que va a dejar indiferente, que es una paja mental insulsa y pretenciosa. Que estoy jugando a algo demasiado serio para mí, fuera de mi alcance… Que tiro el dinero, que me voy a la mierda…
Lo conozco, no se va a ir tan fácilmente, se quedará conmigo y sólo cuando el espectáculo (ojalá!!!) guste a la gente el empezará a difuminarse. Se volverá trasparente, y acabará marchándose hasta otra ocasión… Sin despedirse. Sencillamente cuando mire de reojo ya no estará.
Y yo seguiré sin tirar esa silla, seguiré sin cerrar la puerta de atrás.

1 comentario:

  1. las imágenes abren una ventana visual, abren el campo de visión del espectador, son un soplo de frescura. es como estar encercerrado entre cuatro paredes y de repente que se abra un ventanuco desde que puedes ver el mar.
    la cuestión es sobre qué proyectar. Y se me va la pinza y digo, joder, sobre agua porque la memoria es agua, algo intangible- Y también sobre humo o polvo porque la memoria es humo y polvo y ambos son intangibles. Proyectar sobre un cuerpo sólido es lo menos significativo líricamente hablando. Pero si ha de hacer, que sea un cuerpo ágil, moldeable, voluble... y me viene a la cabeza las telas que se ondean por aire de "Philipe Gentil". No un paño o sábana quieta sino algo sacudido por ráfagas, algo en movimiento, que fluye... como la propia memoria.
    ánimo.
    El miedo, si nos hace repensar las cosas y no nos paraliza es bueno, es sano, es prudencia y autocrítica. Solo el loco o el imprudente no tiene miedo.
    No hay que tirar la silla, solo mantenerla a la distancia adecuada y aprovechar el efecto que sobre uno hace.

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