martes, 10 de febrero de 2009

DON JUAN. DIARIO DE UN NAUFRAGO. 12

Decimosegundo ensayo.

Mucho mejor hoy... uff! Qué descanso.
Hemos retomado directamente la escena tres y empieza a tomar forma. Los silencios, las miradas, las disociaciones... Todo empieza a encajar. Don juan cada vez es más autónomo... o quizá debería decir que Jacobo es cada vez más autónomo... Estamos descubriendo que, al contrario de lo que yo pensaba, cuanto más pendiente estoy de la actuación de Don Juan, más creíble se vuelve la presencia de Jacobo. Don Juan está tomando un carácter más irónico, más cruel, más dominante de la situación. Sus desplazamientos independientes de Jacobo (pequeños por razones obvias) se hacen, sin embargo, largos paseos a ojos del espectador. Es increíble a dónde nos lleva esa relación tan estrecha de dependencia: cualquier pequeño detalle de autonomía por parte del muñeco se vuelve un acto mágico.

Después nos hemos metido con la escena cinco: la de las mujeres. María quería trabajarla porque el jueves vamos a grabar al estudio las voces de las mujeres y quería saber por dónde tirar con las entonaciones. Es una escena difícil. No tenemos claro qué proyectar, teniendo en cuenta varios factores... No sabemos muy bien qué podría quedar coherente... Además hay que tener en cuenta que, al estar la proyección justo entre el público y los personajes, habrá una doble perspectiva... es decir, que Don Juan sentirá que la proyecciones lo miran a él, pero el público tendrá la sensación que son ellos el objetivo de las miradas...
En todo caso, será una escena muy plástica, y podemos conseguir un buen ritmo y una sensación de agobio por parte de Don Juan, que es lo que interesa.
Por primera vez vemos a Don Juan descontrolado y abrumado por la situación que lo sobrepasa, debatiéndose entre el dulce recuerdo de Doña Inés, como lo más parecido al verdadero amor que sintió, con el rechazo hacia las otras mujeres, todas ellas como un coro exigiendo su cuota de atención, su parte de protagonismo en la vida de un hombre que las ha tratado como vulgares objetos de codicia.
Ya lo dice él:" ... Todas las bellezas tienen derecho a encantarnos. Saboreamos un dulzor extremado cuando conquistamos el corazón de una dama; cuando vencemos las pequeñas barreras que opone, llevándola poco a poco al terreno donde queremos llevarla. Pero cuando ha sido nuestra una vez, ya no hay nada que decir, todo lo hermoso de la pasión ha terminado... hasta que otra belleza viene a despertar nuestros deseos de una nueva conquista."
Nuestro bicho se muestra aquí muy seguro de sí mismo, delante de un pobre fraile desconocedor del insondable mundo de la seducción, del amor... Sin embargo, cuando poco después aparece Doña Inés, su seguridad se tambalea un poco, y duda... y en todo caso, siente quizás una sensación de desasosiego por haber dejado atrás la oportunidad de conocer el amor... Pero finalmente sigue, impertérrito, cumpliendo su condena que es "una búsqueda eterna...".
Hasta mañana.

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