Séptima función
Evora es una ciudad preciosa patrimonio de la humanidad situada al sur de Portugal, a escasos kilómetros de Badajoz.
Entre sus encaladas calles y plazas y sus empedradas aceras, uno encuentra lugares fantásticos para perderse, sobretodo al atardecer, cuando todo resplandece de manera especial por la blancura de los edificios.
Evora organiza desde hace 11 ediciones una bienal de teatro de títeres. Los organizadores son una compañía de actores, que hace más de treinta años que corren por el mundo representando un espectáculo de títeres clásico rescatado de la tradición popular.
Este festival es de esos que ponen mucho empeño en el encuentro entre profesionales, en el intercambio, en la convivencia. Las compañías comparten muchos momentos, comidas, cenas, fiestas…
Uno recupera la sensación maravillosa de que, más allá de la actuación, del encuentro con el público, esta es una profesión de familia, de amigos, de buen rollo…
Evora goza de un teatro fantástico, todo de madera, con cuatro pisos de altura, con sus palcos, su moqueta roja. Un teatro de aquellos que anteponen la comodidad para ver un espectáculo, a los grandes diseños espaciales pero muy poco funcionales al final.
Este era un nuevo reto para nosotros.
Un escenario enorme, con muchos metros de boca, y mucha altura.
De nuevo la maldición de los montajes difíciles salió a nuestro encuentro.
Tuvimos que compartir montaje con otra compañía y esto lo complicó todo. Al final, estábamos retocando focos hasta el momento de la actuación. Sin tiempo para probar nada, sin tiempo para calentar… y claro, luego hubo problemas…
Problemas técnicos, problemas de ritmo, problemas físicos (mi hombro!!!), de voz, etc…
Fue una de aquellas funciones en las que aprietas los dientes, te armas de valor y tiras haciendo todo lo mejor que puedes… O recuerdas. Porque llevábamos casi tres semanas sin actuar, sin refrescar y estábamos bastante enquilosados.
Pero tambien hubo cosas positivas. El público de este festival es fantástico, entregado, relajado y siempre dispuesto a disfrutar y a mostrarlo, aunque se perdieran muchos detalles por problemas del idioma, y la hora de la función fuera la 23:30... Fue el público más riente de todos los que hemos tenido, que disfrutaban de las sutileza del texto y los requiebros de la dramaturgia…
Al final, a pesar de todo, las cosas salieron, y salvamos la situación.
La conclusión más importante que saco de esta función, es que me va a tocar cuidarme siempre, sobretodo en los periodos en que no haya función, a nivel físico y a nivel voz, porque los parones se notan mucho.
Este verano largo que nos espera sin trabajo, voy a tener que cuidarme y hacer bondad.
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