sábado, 20 de marzo de 2010

DON JUAN. DIARIO DE UN NÁUFRAGO. 96

Cuadragésimo cuarta actuación.

Una gran sorpresa la de ayer en el Teatre Municipal de Banyoles.
Una gran sorpresa porque no esperábamos que fuera a venir tanta gente a la función.
Y claro, el espectáculo crece mucho cuando recibes el soporte de tantos ojos, tantas miradas interesadas y tantas personas deseosas de lanzarse contigo a la historia que les vas a contar. Hacía tiempo que no actuaba para un público tan joven dispuesto a zambullirse y con ganas de sentir cosas.
Creo que alguien está haciendo muy bien las cosas en Banyoles, algunas personas que con su trabajo y su dedicación están consiguiendo que la gente joven salga a a ver un espectáculo como el Don Juan un viernes a la noche. Porque reconozco que no es fácil y porque como he comentado más de una vez, el público de teatro de programación estable (a diferencia del de festivales...) suele ser de una media de edad bastante avanzada.
Y la entrega de los jóvenes en cada una de las escenas y en los momentos tanto los cómicos como los dramáticos es sorprendente. El público joven es apasionado, exigente pero apasionado. No se entrega con facilidad, pero cuando lo hace, se abandona a lo que está viendo.
Y hacía tiempo que no sentía el calor al final de una manera tan sincera. Ayer volví a notar que se me ponían los pelos de punta en los saludos. Sentí, como hacía tiempo que no sentía, que había dado algo y que a cambio recibía también algo. Que ese intercambio se hacía de manera incondicional, sincera... Ayer fue una de aquellas funciones en que todo está en su sitio y apenas tienes que dejarte llevar por la energía. De aquellas funciones que no quieres que se acaben nunca porque estás a gusto, mucho.
Y eso incluye todo el acto de la actuación que no comienza cuando se apagan las luces de la sala y se encienden las del escenario, sino que lo hace cuando llegas al teatro a las 12 del mediodía y te encuentras con la sonrisa amable de la gente de la casa que te da la bienvenida y además notas que lo hacen de corazón. Que te abren su casa y se desviven por que te sientas a gusto. Y acaba cuando dos horas después del final de la función, a la 1 de la madrugada, te despiden igual de sonrientes tal como te recibieron.
Fue una gran actuación ayer para un gran día de trabajo, para una gente amable y amante de su profesión.
Muchas gracias a todos y no nombro a nadie porque no quiero dejar a nadie fuera. Un superplacer actuar en vuestro teatro.

Y claro, cuando las funciones transcurren plácidas y sin contratiempos sacas conclusiones.
Algunas veces me han preguntado cómo hago para interpretar dos cosas al mismo tiempo, el títere y yo. Ayer llegué a la conclusión de que el secreto, al menos en parte, está en la confianza plena en que tu partenaire, o sea el muñeco, está expresando en cada momento lo que tú necesitas, y actuar tú en consecuencia a lo que crees que él está expresando. Parece complicado, pero no. En realidad es como actuar con otro actor. Tú sabes en cada momento por la escucha que el otro actor está expresando algo y tú, como en un partido de tenis, actúas en consecuencia. Y viceversa... Y esa escucha se vuelve imprescindible para desarrollar los conflictos y llevar la actuación hasta donde queremos llevarla. Pues bien, exactamente la misma escucha entre actor y manipulador es necesaria en mi caso.
Yo actor debo interpretar y a la vez escuchar a yo manipulador y, a la vez, confiar en que lo que el muñeco (parte indivisible de mi yo manipulador) expresa, es lo que yo manipulador quiero. Joder esto no lo entiendo ni yo...
Veamos... que el muñeco no está al servicio del actor sino que hay que entenderlo como si fuera otro intérprete al que nosotros controlamos... casi siempre. Exacto... Y eso es lo que hace esto de actuar y manipular tan gratificante... Es como si multiplicáramos el placer de interpretar por dos... Doble placer... Algo obsceno... Pero muy bueno.

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