miércoles, 3 de marzo de 2010

DON JUAN. DIARIO DE UN NÁUFRAGO. 86

Trigésimo octava actuación.

Quiero ser de nuevo un niño. No sólo para recuperar un montón de años consumidos y tener la oportunidad de volver a vivirlos, sino para gozar de algunos privilegios que perdemos con la edad... Como cuando un pequeño te empieza a contar una historia y ante una equivocación te suelta sin problema... "espera, vuelvo a empezar, vale?"... Y vuelve a empezar su narración sin sonrojo y desde la primera frase. Ha hecho un reset no sólo en su historia, sino también en ti, su interlocutor, que vuelves al principio como si no recordaras nada de lo que ya te había contado...
Ayer, ante doscientos y pico espectadores en las Jornadas de Teatro de Eibar, hubiera dado cualquier cosa por poder parar y decir "esperen, vuelvo a empezar, vale?..." Y la imposibilidad de hacerlo me lastró durante toda la función. Me extirpó de mi personaje y me sumió en una duda que me persiguió como una sombra durante todo el espectáculo.
De vuelta esa sensación que me persigue en las funciones importantes... Exacto, como un niño: deseo tanto que todo sea perfecto que ante cualquier pequeño detalle me empiezo a desinflar y me asalta mi yo por dentro. Joder, debería colgarme un cartel en el subconsciente que diga: "prohibido hablar con el actor mientras está interpretando" como el de los autobuses... Y es que no puedo evitarlo: cuando algo se tuerce un poco, un error en un detalle de interpretación, un error técnico... empiezo a decirme a mí mismo cosas... "Silencio!!! el actor interpreta, vuelva más tarde" debería espetarme. Pero no, mis letanías me asaltan... "hoy no estamos bien" "qué lástima que eso no salió como siempre" "joder estoy cansado" "tira, tira que nos dormimos" "ostia lo que queda aún" "mierda, los estamos perdiendo" "y si falla el sonido?"... y como ésas, una lista larguísima de dudas y más dudas que me atormentan y me extirpan de Jacobo...
Ayer fue en el estreno en Euskadi.
Luego, afortunadamente, el público sale muy satisfecho... mientras yo me doy de cabezazos con la pared del camerino seguro de haber perdido una gran oportunidad...
Hace muchos años que aprendí a no dar pretextos. Hace muchos años que aprendí que no puedes mostrar tu desencanto después de una función cuando la gente te está felicitando.
Hace mucho tiempo que sé que ya no soy un niño y que por tanto no puedo decir aquello de: "normalmente lo sé hacer mucho mejor... Me dejas que vuelva a empezar?"

Menos mal que ayer, después de la función, Juan nos invitó a cenar en su sociedad gastronómica y, entre sus Salmonetes al salmón con caramelizado de mantequilla, el excelente Rioja y la compañía de los amigos, el mal sabor de boca se fue disolviendo. Así que cuando llegamos al Gorbea con cabello de ángel me había olvidado hasta de quién era yo y me estaba descojonando de la retaíla de chistes que salpican las sobremesas de estos encuentros gastronómicos...

Gracias de nuevo a esa gente maravillosa que esta bendita profesión nos brinda la suerte de encontrarnos en el camino, por su cariño, su acogida y su apoyo. Mi corazón se sigue desgranando de a poquito y un cachito queda en Eibar.

Hasta muy pronto!!!

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