Bien, no es que quiera que este blog se convierta en un diario íntimo, aunque el hecho de ir al cine María y yo sea tan extraordinario que merezca la pena publicarlo en el BOE...
El caso es que hemos decidido escaparnos a ver Gran Torino, de Clint Eastwood... El hecho extraordinario es que desde el principio de la peli María y yo hemos alucinado con el gran paralelismo entre el personaje de Clint Eastwood (Walt Kowalski) y nuestro Don Juan.
Su carácter, sus anelos, sus circunstancias, su edad, su entorno, su relación con el joven vecino... Su relación con el joven cura que intenta convencerlo durante toda la película de que se confiese... Su huida hacia adelante, sus deseos de autodestrucción, sus secretos inconfesables, sus miedos, su enfermedad terminal, su tos... su... Hemos disfrutado un montón viendo cómo se resolvía la trama, cómo el personaje se desenvolvía... Vamos: dos planteamientos calcaditos, salvando las distancias, por favor...
No profundizo más porque no quiero destripar la película, pero cuando veáis ambas creo que coincidiréis con nosotros en las semejanzas...
Total, hemos salido con ánimo renovado, y con mono de ensayo. Clint me ha recordado que nuestro propósito no es descabellado y que el tema que abordamos es totalmente actual...
Otro gran presagio para el espectáculo!
Gracias señor Eastwood... y no deje de actuar, haga el favor...
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Mis reverencias loas a don Clint.
ResponderEliminarMaestro, dios y señor del celuloide.
Ya pensaba ver Gran Torino, ahora con más motivo.
Me gusta que don Juan encuentre su última seducción en Jacobo. Sí.
Y es curioso que mientras que en público se muestre un don Juan arrogante, jactancioso, seguro, insobornable... cuando se quede en silencio y soledad ataquen los miedos.
Me pregunto si no tiene don juan una silla con un fantasma que le mira de soslayo, acechando el momento, la noche quizá, para surrarle al oído: "Estas acabado y teniendo el más indigno de los finales."
Amen.
Yeah!
ResponderEliminarY ese fantasma en una silla no es uno... Sino cien o los que esa noche hayan decidido venir al teatro... todos sentados, de frente, callados, alguno cuchicheante... Todos espectantes observando, escrutando, juzgando amenazantes: un jurado en toda regla... cientos de ojos vigilantes que no dejan solo ni un instante a Don Juan... ni siquiera en la más absoluta intimidad de su casa... cuales espíritus en pena...