viernes, 27 de marzo de 2009

DON JUAN. DIARIO DE UN NÁUFRAGO. 31

Ensayo trigésimo primero.

Esta semana también he estado huérfano de directora. María ha estado liada y sólo hemos podido ensayar juntos hoy.
Se cumple la tradición de que después de un buen ensayo siempre viene uno malo.
Hoy hemos vuelto a pasar todo el espéctáculo y hemos llegado a la conclusión de que María tenía razón cuando me dijo al principio que estaba cambiando el orden lógico de los acontecimientos con mi obsesión de montar la obra. Es decir, tenemos la obra (o la carcasa como ella ha dicho) pero hay que atacar al contenido, al fundamento de los personajes. Hay que dotarlos, crearlos a fondo para que todo se vuelva orgánico y para que las escenas adquieran esa vida que transporte al espectador...
Lo cierto es que el otro día estaba... un poco al menos.
Pero ahora tenemos un espectáculo... que depende demasiado del duende del actor... Y si como hoy el actor no está... todo se resiente... Iba a decir que se desmorona, pero eso tampoco sería exacto, por cuanto a decir de María, el espectáculo se mantiene pero algunos pasajes aburren...
Así que hemos hecho un repaso de las notas de hoy (muchas) y la semana que viene nos ponemos a fondo.
Es cierto que ensayar solo no ayuda en este sentido. El trabajo minucioso que exige la directora no está, y uno se fija más en la parte técnica: el espejo.
Así que, lejos de desanimarme, estoy contento porque el juego serio empieza ahora. Encontrar esos mecanismos que automaticen la expresión de cada sentimiento de personaje, fijarlos y no depender tanto del estado de ánimo del intérprete...
Es muy curioso cómo mi inseguridad se transforma en los personajes. Jacobo se vuelve adulto y pierde eso que a mi me sobra: la inseguridad. Se torna sobervio, seguro... total, todo lo contrario de lo que debería ser.
Don Juan se vuelve "bú"... Es una expresión que aprendimos de Xesca, y se refiere a esas personas cerradas, malhumoradas, incapaces de empatizar con su entorno, y que sólo se ven a ellos mismos y sus problemas.
Y con Padre Luis pasa algo parecido. Toda la ingenuidad fingida, la torpeza del abuelo entrañable desaparecen, y por tanto, se ve a años luz que el viejo es un hijo de puta.
Así que, una alegria, por cuanto llegué a pensar que se acababa el proceso y le había cogido mucho cariño... Y ahora empieza lo bueno Willy!!

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