lunes, 17 de mayo de 2010

DON JUAN. DIARIO DE UN NÁUFRAGO. 106

Quincuagésimo segunda actuación.

El mundo de la interpretación tiene unas cosas...
Nunca he dado mucho crédito a las teorías que sostienen que el actor se abandona a su personaje buscando en su interior esos sentimientos que acerquen a ambos hasta fundirlos en uno, consiguiendo de este modo que las escenas sean absolutamente reales a los ojos del espectador.
Siempre he creído que el actor está despierto y que el personaje es una máscara que lo recubre y que con la técnica, el intérprete consigue dar toda la credibilidad a la interpretación sin necesidad de buscar en la memoria emotiva y todos esos rollos...
Pero lo cierto es que desde hace algunas funciones y no se por qué, me pasan las escenas una tras otra y cada vez me cuesta más reconocerme... Cada vez noto como si me durmiera mientras los personajes brotan de mí. Suena a tópico cursi, pero hay veces que las situaciones me superan y, bien sea la fuerza de la ilusión, la fuerza del odio o la fuerza del temor, los sentimientos me trasponen y me dejo fluir de un modo muy placentero.
Había comentado que, alguna vez en la escena del campanario, me había sorprendido a mí mismo llorando a lágrima viva sin a penas proponérmelo, simplemente dejando aflorar lo que en ese momento fluye de mí por vete a saber qué razón. Como en una terapia.
Ayer fue un día de esos. Pero, supongo que por la seguridad que 52 funciones me dan, me dejé llevar sin limitarme... Volcándome en esa vorágine de sentimientos tan contrapuestos que sufre Jacobo y Padre Luis en ese momento. Arrepentimiento, desolación, sorpresa, ira, miedo, cariño... todo bien mezcladito a lo que salga.
Y ayer me abandoné, me dije hoy a donde vaya esto... Y llegó un momento en que tuve que despertarme a mí mismo para encarrilar lo que quedaba de función, y medio asustado, por cuanto aquello había tomado un cariz inesperado e inhabitual. No sé cómo decirlo... Como cuando estás con alguien que te gusta mucho por primera vez y ves que el torrente de emociones te empuja, a pesar de que quizás no sea lo más conveniente, pero te abandonas a la pasión del momento y lo disfrutas muy profundamente, casi de manera mística... Y cuando te quieres dar cuenta, despiertas cogiendo conciencia de que lo que has hecho no tiene posibilidad de continuidad lógica, pero que ya está hecho.
Eso sentí yo: el vértigo de decir ¡coño! ¿cómo he llegado hasta aquí...? Qué guai... Pero ojo, encaminémonos porque si seguimos podemos cambiar el curso de la obra. Como si a Jacobo se le rebelara su yo más íntimo, más pasional. Más pasional, sí. Creo que Jacobo se está volviendo más pasional y Don Juan, función a función, le está cogiendo más cariño.
Es curioso... el viejo cada vez se enamora más de Jacobo... Tiene memoria propia de función a función!!
Creo que aún no se ha visto el verdadero espectáculo...
Estamos creciendo los cuatro. Los cuatro bien vivos.
Ya tengo ganas de que llegue la próxima, este viernes...
Un año después, y siento que despegamos... Increíble...

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