sábado, 8 de mayo de 2010

DON JUAN. DIARIO DE UN NÁUFRAGO. 105

Quincuagésimo primera actuación.

O campanas que suenan a aves...
Hace muchos años, descubrí que el trabajo de los técnicos en los espectáculos está injustamente infravalorado. Tiene que ver con diversos motivos, y uno de ellos es la actitud del sector en general que opta por una aceptación de un rol de segundo orden, como si su labor importara poco y toda la gloria fuera de los actores que están en la escena.

Yo tuve la suerte de trabajar de técnico durante muchas funciones con Jordi Bertran en dos de sus espectáculos y aprendí muchas cosas, y algunas de ellas me hicieron crecer como actor, ayudándome a ver el trabajo del artista desde fuera, apreciando los detalles, los gestos, las rutinas y los errores desde la tranquila posición del que no tiene que dar la cara ante el público. Pero también descubrí que desde la cabina del técnico, con la luz y el sonido de la obra en la yema de mis dedos, me volvía tan vital para el buen desarrollo de la función como el mismo actor...

El ritmo, el tempo, la intensidad, la intimidad de una escena depende en gran medida del técnico. Llegué a identificarme tanto con mi rol, que sentía como si estuviera yo también en el escenario, acompañando al actor (en aquel caso titiritero), jugando sin embargo desde mi atalaya al fondo de la sala, subiendo ahora un volumen, aumentando la intensidad de un foco, dejando un segundo antes de un rápido black out, etc, etc... Es un trabajo que me aportó mucha satisfacción y nunca tuve la sensación de que fuera una labor mecánica, desnuda de arte o indiferente a la creatividad. Al contrario, a menudo me sentía tan metido que me emocionaba cuando las cosas cuadraban a la perfección y el público se estremecía ante la belleza de lo que estaba presenciando. Y yo me sentía aplaudido por ellos y acababa las funciones satisfecho y con deseos de que llegara la siguiente para mejorar aquel detalle o cambiar o proponer a Jordi una visión distinta de tal o cual momento concreto.

Sin embargo, también conviví con técnicos que veían su trabajo como una labor mecánica en la que, decían, se limitaban a obedecer los pasos de un guión prestablecido sin aportar nada en absoluto. Nunca estuve de acuerdo con ellos.

Nuestro Don Juan es un espectáculo del que la gente resalta a menudo lo cuidado que está todo, lo pulido y lo redondo. Hay un gran trabajo detrás de ello. Un trabajo realizado por todas y todos los colaboradores que han pasado por la creación, pero entre todos destaca uno que está a mi lado durante las giras, que trabaja codo con codo en todos los montajes, que aporta su buen humor y su positivismo a los bolos, que sufre las funciones difíciles a mi lado, los momentos de tensión, que me aguanta alguna mala frase, algún resoplido cuando las cosas no me salen como me gusta; que me escucha y me da su opinión, que ilumina la escena, pone la música, conecta el micro, dispara las proyecciones y abre el obturador simultáneamente con la pasmosa tranquilidad de quien se ata un zapato. Quien se pasa hasta quince horas conmigo dentro de un teatro velando para que todo salga bien, quien arranca a aplaudir cuando el público duda.... Esa persona insustituible con la que tengo la fortuna de compartir mi trabajo es Xavi Muñoz.
Estos dos días ha soportado estoicamente un resfriado de mula, sin rechistar, sin pedir nada, sin decir este klinex es mío.
Le estoy tan agradecido por su trabajo, su entrega y por su manera de ser, que no me importa en absoluto que alguna vez las campanas suenen a aves...
Una abraçada company i gràcies.

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