lunes, 8 de febrero de 2010

DON JUAN. DIARIO DE UN NÁUFRAGO. 80

Trigésimo segunda actuación.

Hace ya algunos años, cuando los éxitos de aquel Avaro que con Tábola Rassa nos llevó por decenas de teatros de Francia, descubrí que otro tipo de salas eran posibles. Me refiero a que no se puede exigir a pequeños pueblos que destinen un espacio únicamente a sala de teatro. Así pues, fue allí donde vi por primera vez los espacios polivalentes con gradas retráctiles. Es una magnífica solución y convierte un espacio en multifuncional, pasando de ser una gran sala diáfana a un auditorio en toda regla.
Ayer me reencontré con una sala de ese tipo en Vilanova del Camí, y lo cierto es que, al contrario de lo que cabía esperar al principio por lo aparentemete frío de un espacio de esas características, me sentí extraordinariamente cómodo, como si el escenario estuviera hecho a la medida del Don Juan.
La función transcurrió ágil y plácida... Intensa en muchos momentos.
Pero, como siempre, hubo algo que la hizo diferente, especial, única.
Yo lo titularía Don Juan o el caramelo impertinente. Hasta ahora me había ido acostumbrando a las toses impredecibles de las que ya he hablado en alguna entrada anterior. Ayer conocí un daño colateral de esas toses aún si cabe más devastador que la tos en sí misma: el caramelito calmatoses... Terrible arma de destrucción masiva en manos de una entrañable abuelita que ante el desesperante picor de garganta recuerda que, allá en el fondo de su bolso, tiene un caramelito desde hace quinquenios y que va a salvarle la situación calmándole los espasmos picantes que le produce su garganta. Y allá va ella, en el momento más frágil de la función (eso siempre) a investigar por los entresijos de su bolso, sorteando ruidosas llaves, monederos repletos de tintineantes monedas hasta dar con el objeto de su salvación. Y oh Dios!, por qué será que esos caramelitos siempre van envueltos en plastiquitos crujientes y de apertura casi imposible, retardada como las cajas fuertes de los bancos, que hacen que se conviertan en manos de una persona de edad avanzada, a oscuras y con la mirada puesta en el escenario, como una sirena en un velatorio!! A la mujer le llevó unos tres o cuatro minutos acabar con éxito su tarea, regalándonos a todos toda suerte de ruiditos o ruidazos en medio de la historia de Padre Luis. Sí, el momento más delicado de toda la obra. Ni mis insistentes y suplicantes miradas, ni las del Padre Luis, ni nada fue capaz de hacerle entender a la respetable señora que la acción dramática se estaba trasladando desde el escenario hasta sus manos y la increíble misión que estaban llevando a cabo... La apertura del caramelo maldito. Parece mentira como algo tan simple te puede desconcentrar tanto y pueda hacer que tus frases se vuelvan anodinas, planas, sin sentido... Afortunadamente, la señora no tenía más caramelos para repartir entre sus acompañantes y quedó sólo en eso, en un caramelo inoportuno...

3 comentarios:

  1. Simplemente genial!!!!

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  2. Hola Miquel, ayer estuve en el espectáculo de Vilanova del Camí y quería darte mi enhorabuena, fue fantástico el espectáculo, estaba impresinada...
    El clima que creas, la vida de tus personajes, tu pasión en el escenario,... fue un regalo para todos nosotros. Además, recordar a Zorrilla, su frases eternas...qué maravilla.
    Era la primera vez que te veía actuar pero no será la última!!!
    Un abrazo

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  3. Gràcies per lluitar per un món més solidari i ajudar amb la vostra obra a Haití, diu molt de vosaltres.
    Em va encantar l'espectacle!

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