Ensayo quadragésimo.
Ayer hice un pase para Núria. Actuar para una persona…
Fue el pase de mierda que siempre se tiene que cruzar en el camino justo el día antes de actuar con público. Me olvidé de texto, coloqué mal las cosas, las luces (habíamos vuelto a montar todo otra vez) no estaban bien enfocadas…
Total, como estaba Nuria decidí tirar adelante y no parar, como si fuera una actuación de verdad… Pero claro, el ritmo fue errático, la interpretación plana, torpe…
En fin, para olvidar.
A Núria le gustó, pero no vi en sus ojos el entusiasmo de las otras personas…
En todo caso hizo incapié en los cambios y en la escena final. Es cierto que ayer yo llegué sin fuerzas a esa escena y con dolor en el hombro… Creo que ése será el baremo de si la función va o no va bien. Si me duele: chungo; si no guay…
Los cambios hay que solucionarlos, y creo que estamos más cerca, pero mientras a mí me parecen largos y pesados, la gente me dice que no hace falta que los acelere, que me tome mi tiempo… Veremos.
Está claro que este es un espectáculo de detalles: si los detalles van bien todo rueda y crece; si van mal, hay un riesgo importante de caer al pozo.
Hoy vienen bastantes amigos a ver el pase de la tarde…
Es el último antes de marcharnos…
Hasta ahora he llevado bien la ansiedad que provocan los estrenos… pero me temo que la cosa está cambiando.
Mi cabeza se empieza a acelerar y a convertir en un barullo de detalles, cosas a las que prestar atención… Me resulta cada vez más difícil centrarme en lo esencial: el espectáculo, y espero que esto no me distraiga.
Estamos llegando a la recta final. Y estoy tentado de empezar a hacer balance… Pero aún no es el momento…
Hala… mañana más.
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